jueves, 3 de mayo de 2007

Las reglas del juego político y del poder son las mismas que en el siglo XII

«El león en invierno», la obra más conocida de James Goldman, transcurre en las navidades de 1183. Sus protagonistas son personajes históricos: Enrique II de Inglaterra, Leonor de Aquitania, Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra, Felipe II de Francia... Sin embargo, Juan Carlos Pérez de la Fuente asegura que al espectador «no le cuesta reconocerlos, reconocerse incluso, porque las reglas del juego político y las relaciones familiares no han cambiado en estos siglos, son las mismas que en la época en que está ambientada la función».
-¿Qué tiene de especial esta obra para usted?
-Siempre la he tenido en mente; pocos textos del siglo XX conjugan lo clásico con lo contemporáneo, es una mezcla perfecta de teatro épico y teatro psicológico. Porque es una obra con tema y personajes históricos, pero lo que menos importa son los hechos históricos. Nos habla de la desmesura del poder, de la ambición, de la familia, del amor, de la vejez, de la homosexualidad... Todo ello con un texto lleno de humor, un texto que es un alambique, un bordado fino y elegante donde la palabra es el arma.
-Su puesta en escena está planteada casi como una partida de ajedrez.
-Ese juego de estrategias ya está en el texto, en su arquitectura teatral; yo lo he acentuado en el montaje, donde hasta los movimientos están medidos y calculados porque queremos contar cosas con los movimientos. Los personajes se conducen a menudo como los jugadores de ajedrez, tratando de adelantarse a los movimientos del rival para poder tomar ventaja. Y es que la obra es pura estrategia.
-¿Cómo puede reconocerse el espectador de hoy en día con personajes tan singularmente distintos como los de la obra?
-Porque «El león en invierno» nos los presenta desprovistos de su manto y convertidos en seres humanos. Son personajes todopoderosos, sí, pero su ambición por el poder es perfectamente reconocible, y no es difícil encontrar su reflejo en personajes actuales como Bush.
-¿Hay víctimas y verdugos, o todos son lo uno y lo otro?
-Hay personajes más mentales y otros más pasionales. Cada uno tiene sus motivaciones para comportarse como lo hace, pero siempre está la pregunta de si se pueden conjugar el poder y los sentimientos. Esa pregunta está presente en toda la obra, y yo creo que es imposible.
-¿Y qué es lo que mueve a personajes a poner esa ambición desmedida por encima de todo?
-Leonor de Aquitania se mueve por amor a Enrique; un amor que, curiosamente, y por los engaños recibidos, ha hecho que convierta su vida en una venganza. A Enrique le persigue el deseo de inmortalidad. Él quiere ser Dios y pervivir; su gran tragedia es, precisamente, su humanidad. El decorado lo preside un león del siglo XI que encontramos en una iglesia del norte de Burgos, y estuve tentado de sustituirlo por un pantocrátor.
-En una obra tan marcada por los sentimientos, es fácil deducir que la interpretación juega un papel fundamental.
-No sólo en esta función; toda puesta en escena que no pase por el actor es una puesta fallida. Pero si se quiere hacer esta obra hay que partir desde las entrañas. Y yo me he encontrado con un grupo de actores que se ha entregado completamente a la propuesta, que se ha dejado «manipular»; unos a otros se han «contaminado» durante los ensayos para lograr una unidad de estilo.

1 comentario:

wraitlito dijo...

Hola, hay un libro :
'El retorno de la antiguedad. la politica de los guerreros' de Robert Kaplan, en el que el autor refleja ideas parecidas
Saludos.